Definitivamente es el retrato que más he tardado en pintar.
Quería pintar a mi hijo desde que comenzó la escuela con seis años y tener una referencia de este momento. Lamentablemente, mi hijo no podía quedarse quieto ni un segundo posando. Traté por todos los medios de persuadirle pero ningún truco que ya había usado con otros niños me sirvió en este caso.
Quise terminar el retrato usando una foto, algo que va en contra de mis preferencias. Siempre he preferido retratar a las personas en vivo para poder reflejar mejor sus emociones a través de la luz que ilumina sus expresiones.
Al final fui dejando de lado este retrato mientras pintaba otros cuadros hasta que mi hijo me lo volvió a recordar. Esta vez si que me prometió posar quieto. Y además, como si el favor me lo estuviera haciendo él a mi, me propuso como trato que firmara su retrato en verde, su color favorito.
Aunque siempre he firmado en rojo accedí y cambié por vez única el color de la firma, dedicándole además la obra con la siguiente frase: “A mi hijo Alejandro con todo mi cariño”.
Y para que nunca nos olvidáramos del tiempo que tardé en terminarlo incluí la fecha, 1995, tres años después de empezarlo.
Lo que terminan haciendo los padres por los hijos…
